Un libro que se desarma
Dentro de él una historia que da a luz a otra historia
Una línea salta rabiosa del renglón
Y aterriza a salvo en la frase siguiente
Un poema asesina sin piedad a otro poema
La sangre de las letras brota de la herida y mancha la piel de la pagina
Ella prometió que volvería, en cuanto los primeros destellos de septiembre asomaran la cabeza.
El la espera a la distancia, confortado en su pequeño pasado presente.
Ella jura volver a amarlo, en cuanto la primera brisa de otoño abriera un tajo en el aire.
Él la desea, mientras se ahoga en un océano de rostros extraños.
Ella se compromete a pensarlo y a enviarle cada semana un fragmento de caricia.
Él recibe un buzón de silencios, mientras coloca otro cimiento en su castillo de angustias.
Un cuento incompleto, ocupando un lugar en una biblioteca repleta de huecos.
Un prologo que no despega.
Un final deambula en busca del personaje ausente.
Un AUTOR cobarde, acorralado por un ejercito de pastillas Prozac, se niega a dar la cara frente al lector, que espera hambriento, la llegada de un nuevo párrafo.
Ella se aleja y cruza el otro lado del mapa.
El intenta sin éxito perderse en otros brazos, bucear en otros ojos, explorar la superficie de otros labios.
Ella lo borra de un tirón.
El se resiste a perderla y teje un puente incapaz de unir Buenos aires- Budapest.
Ella lo olvida brutalmente.
El se ata a una soga de instantes
Ella pone un punto suspensivo.
El acepta resignado y se pierde en una coma.
Algo se quiebra
Algo deja de palpitar
Algo no nace y muere en ese intervalo en que el minuto se devora al segundo, en que el aliento abandona el cuerpo y lucha por regresar a los brazos del aire.
Una silaba se escapa del verbo estar y se pierde en el abismo del verbo ser.
Los dos se reencuentran en los limites de una habitación sin nombre.
Sus manos, brazos y piernas se lanzan a una búsqueda desesperada, a una peligrosa exploración de la geografía de sus sexos. Se embarcan en feroz pelea contra el tiempo, que lentamente borra los rastros de una caricia, las huellas de un abrazo, las pistas de un beso.
Ahora los dos intentan reconstruir ese puzzle al que siempre le falta una pieza, ese complejo diagrama de miradas no correspondidas, esa débil estructura de sentimientos poco claros.
Ahora son dos células incompatibles, dos polos opuestos, dos estrellas sin constelación, dos extranjeros intentando crear un lenguaje de señales indescifrable.
La noche los sorprende haciendo el amor a ciegas, buscando que un orgasmo los salve de una disolución escrita, de una separación amarga, de un fin del mundo que se acerca inevitable.
Modelo para armar.