Thursday, November 02, 2006

Marilyn decidió morir


Esa noche Marilyn decidió morir.
Colgó el teléfono y echo la última gota del perfume Chanel Nº 5 en su piel.
Es noche Marilyn comprendió que los caballeros quizás no siempre las prefieren rubias y que ser estrella de cine, no asegura que alguien ocupe un lugar, en la cama fría de una mansión de Hollywood Este.
Esa noche Marilyn lloró, después de años de contener estoicamente las lagrimas y su llanto desdibujó ese lunar fotogénico, que descansaba justo ahí, en el lado derecho de la mejilla y a escasos centímetros de unos labios que ningún hombre que habitase la faz de la tierra, se hubiese resistido a besar.
Esa noche Marilyn dejo de ser una fantasía y se convirtió nuevamente en esa niña huérfana, que espera a una Madre alcohólica, que nunca llega a tiempo a la hora de cenar.
Atrás quedaban las crisis nerviosas, las internaciones en clínicas de rehabilitación, los matrimonios naufragados, los autógrafos firmados en servilletas de papel de restaurante, los paseos en limousine alquiladas, los viajes en avión de primera clase, las suites reservadas en hoteles de lujo, las marquesinas luminosas decoradas con su nombre y las horas de espera en el infierno de un rodaje.
Atrás quedaban las amenazas de John F, los insultos prolongados de Henry y los silencios indescifrables de Joe. ¡Pobre Joe!, ¿Que será de el, quien lo consolaría, ahora que su mariposa había tomar la decisión de volar sin ese cordel que siempre la devolvía sana y salva a tierra? ¡Pobre y desdichado Joe! La frase rebotaba en el espejo, mientras el peine se deslizaba amablemente en su triste universo de rubia platinada.
Marilyn abrió el cajón. Desempolvo la vieja colección de Prozac y una polvorienta botella de Don Perignon, reservada única y exclusivamente para casos de emergencia.
Bajo las persianas, cerro las puertas, trabo las ventanas y se escondió de los hostiles flashes de las cámaras, de los crueles titulares sensacionalistas, de las superficiales fiestas de la alta sociedad, de las hipócritas amistades influyentes y de toda esa manada de críticos despiadados que se dedicaron a destrozarla años tras año.
Esa noche cálida del 62, Marilyn decidió apagarse y detener la cuenta en treinta y seis primaveras. Su cuerpo se volvería invisible, su huella se borraría del paseo de la fama y quizás con suerte, recuperaría a Norma Jean.
Marilyn miro a su alrededor y lo entendió todo, mientras una sonrisa pálida alumbraba tímidamente la penumbra de la habitación desnuda. Por fin hundió la colección de Prozac en el océano de burbujas del Don Perignon y consiguió cerrar los ojos.
La luz de la luna se apagó y su los pies descalzos, cruzaron por enésima vez, la acera gastada del Sunset Boulevard.

abecedario

A de angustia, porque aun luche enérgicamente, jamás podré deshacerme de Ella.
B de bastardo, hay que aceptar que a veces me comporto como Tal.
C de carne, porque aunque este helada y castigada, aun sostiene a mis huesos.
D de dolor, cuanto dolor fresco y recién salido del horno
E de error, sobre todo abandonar la comodidad del útero de la madre.
F de fracaso, si uno mas y ya perdí la cuenta.
G de gris, como esta mañana en que Buenos Aires amaneció un kilómetro más lejana
H de hilo, fino y delgado como el que me ata precario a esta vida
I de isla, esa a la que me gustaría escaparme de vez en cuando
J, paso de esta letra, no me inspira ni una palabra muerta
K va directo al abismo, abrazada a la J
L de lamento, por lo que no fue, por lo que no es y por lo que nunca será.
M de muerte, la única y verdadera amiga en la que puede uno confiar.
N de negación, me niego a pensar que Ella va a venir a salvarme del hundimiento.
O de oscuridad, estado en el que más me siento a gusto.
P de perdido, en una laberinto de ideas asesinadas
Q de quemar, siempre a punto de quemar este montón de mierda poética
R de Realidad, esa que me niego a aceptar.
S de Salvación, supongo que mi fe nula en Dios, me deja pocos chances de obtenerla
T de Tiempo, que me falta y se desvanece con cada bocanada de aire que me abandona.
U de Uso, el uso indebido de la literatura provoca daños irreparables.
V de veneno, imposible de encontrar uno que haga buen efecto
W se aferra a un pie de la J y se hunde junto a la K
X una letra que no esconde el verdadero funcionamiento del Universo
Y Ya es hora de disparar contra el borde de la pagina
Z la tecla se amotina y se niega tenazmente a seguir prolonogando la agonía.

nosense

Un nosense de proporciones dantescas
Un caos de pensamientos que no termina de ordenarse
Una bestia alojada en el hemisferio izquierdo del cerebro
Un nombre que suena igual tanto al derecho, como al revés
Un apellido que le resta valor existencial a ese nombre
Un deseo, que raspa violento el sexo de la cama
Una voz que inquieta y que se pierde en el agujero negro de la Noche.

Ese ser y no ser, ese estar y no estar
Ese eterno deambular de los días en él estomago del calendario
Esa primavera que me abandona de repente y me expulsa a los brazos húmedos del Verano
Ese nota disonante que desafía las leyes del solfeo
Esa vocal maldita, que destruye los principios de la Gramática
Ese color, que traiciona al Ojo del pintor y se acuesta con los grises.

Y Ella, siempre Ella
Ocupando cada metro cúbico del aire
Arrancándome este ultimo destello de humanidad que aun me queda.

Estaba ahí

¿Que puedo decirte de mí?
Supongo que he estado ahí, siempre ahí, desde tiempos sin tiempo,
desde que una madre me escupió del vientre y me dio una patada en el culo lanzándome de a este mundo
Estaba ahí cuando el imperio romano se hundió en una inmensa orgía
Estaba ahí cuando los griegos expulsaron a sus Dioses de Atenas
Estaba ahí cuando un joven e inseguro Rimbaud vislumbró su primera iluminación, en el sueño de una noche parisina
Estaba ahí sosteniéndole la navaja a Van Gogh, mientras impregnba un girasol en el lienzo
Estaba ahí y creedme, hubiera preferido no haber estado, cuando Hitler dibujo su pesadilla en el mapa de una Europa agonizante
Fui yo y no otro, el que apretó el botón que dejo caer la Bomba en Hiroshima y que al no saciar mi hambre, decidió apretar el segundo botón que pulverizo a Nagasaky
Estaba ahí cuando la bala acarició el cráneo de Kennedy y asesino al sueño de una década.

Estaba ahí, he estado siempre
He visto a los mejores criaturas de mi generación deleitándose con las babas de una guerra, arrodillándose ante los falsos mitos, alabando pervertidos predicadores televisión, sodomizando el presente en una inmensa nube de pastillas Prozac, incendiando el futuro, violando el coño de la Naturaleza.

Estaba ahí.

Palabras

“Hacer el amor con Dios, es como tener sexo con el Abismo”.
Bueno, la afirmación la vomita un borracho que habita en una de esas noches turbulentas.
Supongo, que si que si quieres encontrar cual de todas es la verdad, deberías indagar a algún suicida anónimo. Pero claro, es imprescindible que te des prisa, ya que el sucida lleva tres semanas acariciando la piel del viejo puente.
“La piel es sagrada”, me lo confiesa una tarde un adicto a la heroína, mientras no dejo de contemplar las montañas, los valles, las depresiones que lleva dibujadas en la venas.
Antes de continuar, abro la ventana y dejo que una brisa de aire fresco se cuele en la penumbra de mi habitación.
Palabras, tan solo un montón de palabras, empaquetadas en frases, que viajan en un camión acoplado de párrafos, atravesando a toda velocidad, la frontera celosamente custodiada de mi inconsciente.
Palabras, tan solo un montón de palabras, empaquetadas en frases, que viajan en un camión acoplado de párrafos, atravesando a toda velocidad, la frontera celosamente custodiada de mi inconsciente.
Si mis palabras asesinaran, te aseguro que no quedaría ni un solo bicho con piernas y brazos en esta ciudad de plagas.

Oda

Oda al libro perfecto
Y a sus paginas incendiarias
Al joven poeta que engendra sus versos malditos
En la atrocidad de una luna parisina.


Oda a la sangre amarga
al veneno que se desprende de tu perfume
al abismo que cuelga boca abajo en tus ojos
a la bestia salvaje que duerme entre tus piernas
A todo aquel que emborracha con el sorbo de un párrafo
que se masturba con el gemido de una palabra
que se suicida con el murmullo de una letra

Oda a la ciudad peste
a los monstruos de asfalto
a la luna amarga que mastica cabezas

¡Brindad!.